La insidia de la difamación

Nov 13, 2013   //   by Nuria Ros Cubel   //   Artículos  //  Sin comentarios

Práctica ampliamente extendida en el social la difamación. La lengua se desata con frecuencia con la virulencia de un animal que se hallaba enjaulado y viene liberado de sus barrotes, en muchas de las ocasiones sin haber conectado primero con el cerebro y sin una consciencia clara de las consecuencias de los actos ni del agravio que se puede generar en la persona o institución sobre quien recae el chisme, el embuste, la mentira. Radio macuto se encarga desde hace siglos, muy precedente a la red de difusión de los medios de comunicación hodiernos, de que se expanda y alcance a todos los rincones e incluso superen la barrera del tiempo.

Es obvio que también existen las calumnias programadas con intenciones específicas y estratégicas y que desde que el mundo es mundo han funcionado muy efectivamente para obtener los resultados previstos.

Sintomáticamente los agravios fruto de la difamación, no necesitan argumentación de ningún tipo, y todavía más desolador el que los recibe no goza ni de los derechos de la presunta inocencia, sino que por el contrario debe esmerarse y esforzarse por demostrar que la basura que le ha sido arrojada encima no le corresponde.

Incluso aquellos que pretenden mantenerse en una posición neutral, con su no participación también están alimentando la hipótesis que el bulo pueda tener algo de cierto.

Irónico que el ser humano haya realizado, realice y realizará tantas arduas fatigas en pro de la verdad, llenas están las bibliotecas e ilustres personajes dedicados al tema, pero en cambio no se pone ningún freno ni se esgrime razonamiento plausible para dar crédito a la difamación.

Podemos inferir que esta facilidad para asumir lo inasumible hace parte de aquel componente muy humano de sentirse como más equilibrado, satisfecho y valorado, al saberse supuestamente superior a la persona que ha sido rebajada, desprestigiada, deshonorada como consecuencia de la difamación. Un combate enfermizo y desleal con el que elevar una autoestima carente, con el que combatir la rabia y la impotencia, con el que sostener el autoengaño y la falta de respeto por uno mismo y por los demás, y con el que mantener una extraña corriente de no pensamiento: “Yo estaré mal pero que también lo estén los demás”. Envidia y venganza suelen ser buenas aliadas en estos actos de piratería.

Obviamente existen comportamientos, acciones que son deleznables y deplorables, tanto a nivel personal, como institucional y que deben ser reprobadas y punidas y que sí corresponde a cierto su mal hacer, pero este es otro tema bien distinto. También observar que es un logo común la poca confianza en el funcionamiento de la justicia humana y la idea extendida que los peores elementos de la sociedad siempre se salen con la suya sin apenas consecuencias de ningún tipo, es más en tantas ocasiones muy paradójicamente casi “premiados” por sus hechos delictivos. Esta es una buena fuente de expansión, y un cráter sin fondo para la difamación como canal de la pura impotencia. Al parecer a muchos de los sujetos que están en la línea que acabamos de mentar, el hecho de que “hablen mal de ellos es siempre más positivo que no hablen para nada”.

Lo más habitual en las personas que no están acorazadas y ya preparadas de entrada para este tipo de “antipublicidad”, la difamación les genere problemas en todos sus ámbitos vitales, padeciendo con bastante probabilidad ansiedad, pérdida de su propia imagenaislamiento, desesperación, conflictualidad relacional, dificultad laboral, llegando en ocasiones a la depresión y a la enfermedad física.

Antes de sacar la lengua viperina y bifurcada sería tan sano y sabio que nos cercioráramos que habíamos hecho primero la conexión neuronal y medir veracidad y consecuencias. Existen otras vías más adecuadas para trabajar nuestra frustración e insatisfacción vital que cargar nuestras miserias sobre los demás.


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