Paranoia (Diccionario Psicológico)

Dic 19, 2012   //   by Nuria Ros Cubel   //   Artículos, Diccionario Psicológico  //  Sin comentarios


Paranoia
: Dícese de estado de salud mental, o mejor dicho de “no salud”, caracterizado por la presencia de delirios autorreferentes. Las personas que padecen este trastorno tienden a la proyección, o sea a enfrentar los conflictos emocionales y lo que valoran como amenazas de origen interno o externo, atribuyendo incorrectamente a los demás sentimientos, impulsos o pensamientos propios que le resultan inaceptables.

Tienen delirios interpretativos de la realidad con aparente lógica y sin deterioro intelectual. La personalidad paranoica se caracteriza por una exagerada susceptibilidad, hipervaloración del yo, desconfianza manifiesta y una peculiar construcción mental. Las paranoias más divulgadas son la persecutoria y la megalomanía. Según la afectación se puede hablar de trastorno paranoide o de psicosis paranoica. El tratamiento farmacológico es con neurolépticos. Hasta aquí muy técnico.

Existe una acepción muy popular del término cuando nos referimos a alguien particularmente obsesionado con un tema o persona y que ve fantasmas y ataques por todos los lados, exigiendo una reiterada verificación por la inseguridad o el temor de ser perjudicado de una manera u otra.

Seguro que cada uno de nosotros tiene en su medio más próximo elementos que con sus “paranoias” complican la convivencia. Pongamos por ejemplo una junta de vecinos, símbolo representativo por demás de la complejidad de las relaciones humanas. Quién no ha “gozado” de ese individuo o individua cuyo único objetivo parece ser el de liar al máximo la madeja desconfiando absolutamente de todo y de todos.

Desde los diversos profesionales que intervienen en la comunidad,  que nunca son los mejores, aunque los hayan recomendado ellos, ya ni hablemos si ha sido otro vecino; los ingresos bancarios, poco menos que necesitan acto notarial, la presidencia y demás están todos bajo sospecha. Eso sí, critican generosamente pero no quieren asumir responsabilidades y tampoco suelen ser los primeros ni a pagar ni a cumplir.

Obviamente “cizañean” y si los demás no tienen un frente en común, tumban una y otra vez los acuerdos y por supuesto ellos sólo quieren dialogar y acordar. Imagino que ya han puesto nombre y apellido a aquellos que tienen cercanos con este perfil.

También tenemos las grandes “paranoias” sociales, basadas en el terror y la incertidumbre. Pensemos en la más próxima en el tiempo, el famoso “fin del mundo” el viernes veintiuno de Diciembre del 2012, o sea pasado mañana según el calendario Maya.

Hasta la NASA ya hace tiempo que empezó a divulgar por las redes sociales que no cundiera el pánico, que esto no correspondía a ninguna base científica. No obstante la fantasía fatalista va a la velocidad de la luz, y ya han surgido todo tipo de planteamientos, desde los más drásticos, esotéricos, pasando por los alternativos y otra infinidad de sugerencias. Es raro que alguien a lo largo del día no te venga a comentar aunque sea una nimiedad respecto al tema. Resulta cansino y desde luego es una óptima distracción para no reaccionar ante temas más cotidianos y terrenales que nos afectan.

Sólo a título de curiosidad: es paradójico escuchar a alguien ”bien situado” en este social y que sigue la corriente fatalista de destrucción de este tipo de vida occidental consumista y obsoleto con entusiasmo, pensando que es la solución pero que al mismo tiempo está elucubrando como decorará su casa la próxima primavera. Toda una incongruencia, o ¿no? Vamos, como dicen de estos lares: “Quiero morirme hoy y almorzar mañana”.

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